Diciembre 15, 2024
Santa María De la Rosa nació en Brescia, Italia, en 1813, y quedó huérfana de madre cuando apenas tenía 11 años de edad. A los diecisiete, su padre le presentó a un joven, diciéndole que había decidido que él fuera su esposo. La muchacha se asustó y corrió donde el párroco que era un santo varón de Dios, a comunicarle que se había propuesto permanecer siempre soltera y dedicarse totalmente a obras de caridad.
El sacerdote fue donde el papá de la joven y le contó la determinación de su hija. El señor De la Rosa aceptó casi inmediatamente la decisión de María, y la apoyó más tarde en la realización de sus obras de caridad, aunque muchas veces le parecían exageradas o demasiado atrevidas.
El padre de María de la Rosa tenía unas fábricas de tejidos, donde organizó a las obreras que allí trabajaban y con ellas fundó una asociación destinada a ayudarse unas a otras y a ejercitarse en obras de piedad y de caridad. En la finca de sus padres fundó también con las campesinas de los alrededores, una asociación religiosa que las enfervorizó muchísimo. En su parroquia organizó retiros y misiones especiales para las mujeres, y el cambio y la transformación entre ellas fue tan admirable que al párroco le parecía que esas mujeres se habían transformado en otras. ¡Así de cambiadas estaban en lo espiritual!
En 1836 llegó la peste del cólera a Brescia, y María con permiso de su padre (que se lo concedió con gran temor), se fue a los hospitales a atender a los millares de contagiados. Luego, se asoció con una viuda que tenía mucha experiencia en esas labores de enfermería, y entre las dos dieron tales muestras de heroísmo en atender a los apestados, tanto que la gente de la ciudad se quedó admirada.
Por: Agustín Arteaga