ADOLFO ROMERO LUENGO, HISTORIADOR
1916, nace en Los Puertos de Altagracia, Zulia, el periodista, escritor, orador e historiógrafo Adolfo Romero Luengo. Fue un destacado hombre público que dio significativos aportes como historiógrafo a su tierra natal. Como periodista se inicia en 1933 en la agencia del diario El País de Maracaibo, más adelante, fue colaborador del diario Deportivo, como también de Fides, Flor de Patria, UNE, y logra fundar el periódico Avance en 1945, el cual circuló durante cinco años.
En ese mismo año ingresa como redactor del diario La Columna, donde fue su administrador, jefe de redacción y primer director encargado seglar del periódico; colabora también en el Diario de Occidente, Albores del Pilar, Colón y Panorama, además de ser jurado de los premios municipales del periodismo.
Después de 1958, ya residenciado en Caracas, fue director de La Voz del Zulia, perteneciente a la Institución Zuliana de Caracas. En 1965 funda la revista Expresión de Venezuela, en 1972 se encarga de la sección de arte de Resumen, en 1974 de la página agropecuaria de El Nacional y colabora en otros periódicos y revistas de la Capital; como gremialista fue directivo de la Asociación Venezolana de Periodistas, AVP, y perteneció a la Organización Nacional de Periodistas Democráticos.
Romero Luengo se desempeñó como asesor de la Fundación Rafael Urdaneta de Caracas, miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia por el estado Miranda y representante de la Sociedad Bolivariana de Venezuela ante las Sociedades de París, Italia y Sevilla.
A los 34 años publica su primer libro, y deja más de cuarenta obras publicadas, entre las que podemos destacar: Dimensión física y espiritual de la patria, El padre Villalobos o La pasión del bien ajeno, Biografía de Simón Rodríguez, Maracaibo, un poco de su historia; La Madre Dios en el Zulia, Bolívar y Urdaneta, entre otras.
Adolfo Romero Luengo llegó a los 80 años con un currículo impecable de integridad moral y ciudadana, sin duda alguna, un zuliano digno de admirar.
Por: Agustín Arteaga